HOJA INFORMATIVA

HERMANDAD DE NTRA. SEÑORA DE LOS CAÍDOS DE PARACUELLOS DE JARAMA

Boletín Nº 47 - Enero 2005


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Misa del día 7 de Noviembre en memoria del genocidio de Paracuellos de Jarama

Como todos los años, al llegar este día 7 de noviembre, cientos de familiares y amigos acudieron a las honras fúnebres en memoria de los miles laicos, sacerdotes y religiosos cuyos restos reposan en este cementerio de los Mártires de Paracuellos de Jarama, víctimas de la persecución social y religiosa de 1936.

La Santa Misa fue celebrada por el Padre don Jesús Alfaro y asistido por el sacerdote Salesiano don Emilio Alonso. Durante la Homilía, el Padre Alfaro evocó el precioso lema "Españoles, perdonad pero no olvidéis" y recordó a la inmensidad de obispos, sacerdotes y fieles martirizados por los ‘rojos’ de entonces. También recordó las innumerables muertes ‘legales’ del aborto y exhortó a recuperar la España católica donde Cristo sea el verdadero Rey, así como en las instituciones, en las leyes, en la sociedad, en las familias y en los corazones de todos los españoles.

Ante el gran número de asistentes, la mayor parte tuvo que seguir la Misa desde fuera de la iglesia, teniéndose que repartir la sagrada comunión en el exterior por los demás sacerdotes que allí estuvieron.

Posteriormente, ante el monolito que recuerda a todos los allí asesinados, se rezó un responso y se hizo una ofrenda floral.

 


Misa del día 29 de Noviembre en memoria de los Mártires Beatificados de Paracuellos de Jarama.

Siguiendo con los actos religiosos del mes, sacerdotes del clero secular y diferentes miembros de  ordenes religiosas, acudieron como en otros años en representación de sus compañeros asesinados en aquel día 29 de noviembre de 1936 para concelebrar la solemne Misa, la cual fue presidida en esta ocasión por el Rvd. Padre D. Manuel Liébana, Capellán del Cementerio, más los sacerdotes: Rvd. Padre D. Gregorio Pérez. Rvd. Padre D. Felicísimo Castaños, en representación de los PP. Agustinos de El Escorial. Rvd. Padre D. Eutimio González, en representación de los PP. Misioneros Oblatos, y el Seminarista D. Borja Mac-Crohon, familiar de dos de los asesinados en dicho lugar.

La Santa Misa terminó con la bendición y la lectura de la Oración por los mártires, por parte de todos los asistentes entre los que se encontraban algunos supervivientes de las cárceles Modelo y Ventas, así como de las prisiones de Porlier y San Antón, arropados éstos por muchísimos de los familiares de aquellos mártires.

Además de la asistencia de otros religiosos y religiosas, también nos acompañó el sacerdote D. Jaime Larrínaga que actualmente se encuentra viviendo en Madrid.

 


Misa del día 1 de Noviembre en el Cementerio de los Mártires de Aravaca

Como todos los años, a las once horas del día uno de noviembre, en el cementerio de los Mártires de Aravaca, dio comienzo el Vía Crucis frente a cada una de las fosas junto con los familiares allí presentes. Seguidamente y con la novedad de una carpa instalada para preservarse de un día que amenazaba lluvia y que dio paso a un sol espléndido, celebró la Santa Misa el Padre Dominico Francisco María Pérez Arcos, recordando en su homilía, a todos aquellos mártires.

Recordemos que en dicho cementerio -precursor de los de los fusilamientos en Paracuellos-, reposan unos quinientos asesinados por Dios y por España, entre los que se encuentran cientos de seglares, además de sacerdotes, religiosos y monjas, todos ellos víctimas de la represión republicana de Madrid durante 1936.


 

Testimonio sobrecogedor de la visita a Paracuellos que Don A. de IZAGA hizo el 7 de Junio de 1939, testigo directo de las ‘sacas’ y superviviente de las cárceles, durante aquellos trágicos meses de 1936

 

“Miércoles, 7 de junio de 1939, víspera de la festividad del Corpus... En este día visité por vez primera el campo inhóspito que recogió en su seno los retos sangrientos de estos Mártires por Dios y por España.

Asistí a una emotiva función religiosa en su honor: Oración fúnebre, en púlpito improvisado; Misa de réquiem, en altar adosado a una pirámide funeral; Vía Crucis, ante las cruces de madera que se han clavado provisionalmente en los alrededores del extraño cementerio. Predicó, celebró el santo Sacrificio y dirigió el rezo de las Estaciones don Santiago Hevia, sacerdote celoso que sufrió cautiverio al lado de no pocos fusilados aquí.

Acudió mucha gente a rendirles el sentido tributo de su admiración y de sus plegarias. Compañeros de prisión... Viudas... Huérfanos... Hermanos... Deudos... Amigos... La tragedia parecía que recobraba su tremenda realidad en aquel campo, ayer de soledad eclógica, hoy de muertos gloriosos, que fue su mudo y triste escenario. Todos los semblantes reflejaban el íntimo dolor que apretaban sus pechos, y enronquecía sus gargantas, y nublaba su vista. Las mujeres no podían contener sus lágrimas ni su llanto ante el recuerdo del padre, del esposo, del hijo, del hermano, del prometido, que yacía bajo sus pies. Muchas, arrodilladas ente la cerca de alambre que demarcaba la tumba de su ser idolatrado, dirigían sus férvidas y sollozantes oraciones al Cielo, humedecidos los ojos, opreso el corazón, llenas de infinitas amarguras. Algunas de ellas, débiles para resistir las sacudidas intensas de la emoción, caían accidentadas... ¡Penas hondas, nunca mitigadas, abiertas siempre, como llaga sangrante del alma!...

Sunt lacrymae rerum... Hasta las cosas lloran aquí... La naturaleza inanimada quiso asociarse a este homenaje inicial por los caídos y sepultados en aquellas tristes soledades... Las nubes, que ocultaban el azul, tendían en el espacio el dosel inmenso de sus crespones sobre el profundo sufrimiento del ambiente... El sol, que lo rasgaba a trechos, enviaba sus rayos luminosos como riente imagen de los eternos fulgores que circundan la corona de estos Mártires... La lluvia, que a ratos caía sobre la tierra, simbolizaba la fecundidad en heroicas virtudes, en sublimes abnegaciones, de la sangre de los que murieron por Dios y por su Patria... El ronco trepidar de un aeroplano, que evolucionó sobre nosotros hasta perderse en las nubes, parecía decirnos a todos que llevaba hasta lo Alto la plegaria colectiva.

Mi pensamiento, como el de los demás, subía al Cielo; pero mis ojos no se apartaban de la tierra, fijos y horrorizados ante lo que delante de ellos se ofrecía como huella espantosa de las escenas de terror y de gloría que se desarrollaron en aquel lugar hace treinta y un meses. Próximo a un cerro de escasa altura, como un cono truncado que se levanta allí para indicar al viandante que se detenga, y lo contemple, y medite; a uno y a otro lado de la carretera que da su derecha a Paracuellos del Jarama, se extiende un campo yermo, fácil por lo suelto de la tierra a la acción del hombre...

¡Allí, allí es! ¡Allí, allí se asesinó a mis queridos hermanos de cárcel!... Lo indica esa humilde cruz, hoy cubierta de flores funerarias, que, entre dos hendiduras, se eleva a la derecha del camino, por acuerdo piadoso del Ayuntamiento del lugar; aquella modesta pirámide, que sostiene los brazos redentores del Santo Leño y se alza, a la izquierda, en medio del campo.. En uno y en otro lado se abrieron las hondas, las dilatadas, las terribles zanjas, que hoy se distinguen por la depresión angular del terreno y aparecen ceñidas por largas alambradas para acotar el lugar sagrado que santificó la sangre de nuestros Mártires. Quien desee formarse idea de la extensión y profundidad de estas fosas sepa que estuvieron cavándolas durante veintiún días todos los obreros del pueblo, obligados por el comité rojo del mismo, que se hallaba en relación con los establecidos en la capital de España.

¡Cuánto pensé ante ellas! ¡Con qué pavorosa elocuencia me hablaron de la intensidad de la tragedia! ¡Qué recuerdos me evocaban aquellas sepulturas, que no hubiera imaginado siquiera la inspiración apocalíptica del Dante!... Los datos oficiales reunidos hasta la fecha cifran en 8.534 el número de inhumados. Algunos piensan que hay muchos más. Y cuentan que en Torrejón de Ardoz pasan de 1000. Y que los hay en los desmontes de Vicálvaro, y en la Casa de Campo, y en la Pradera de San Isidro, y en el Parque del Oeste, y en las cercanías de la Ciudad Universitaria, y en otros lugares ignorados aún. Ello sin agregar los que hallaron su muerte fuera de Madrid, como los honrados y valientes policías que recibieron el suplicio en Paterna... ¡Horror!.

Caí de rodillas... Pedí fervorosamente por todos ellos, singularmente por los que fueron mis compañeros en la Cárcel Modelo y en la de Ventas... Y pensando en que yo también estuve en capilla, no sólo por mis antecedentes religiosos y políticos, sino por el arbitrario sistema con que a veces se hacían aquellas espantosas levas, comprendí entonces, más que en los días atormentados de mi prisión, el inminente peligro que había corrido mi vida pendiente del ciego azar y del instinto ciego de la hiena humana. Y recordé conmovido, lleno de gratitud a la infinita Misericordia, aquel verso de Rubén Darío: Si me salvé fue porque Dios es bueno.”


Artículo aparecido en el periódico La Razón el 19 de noviembre de 2004, titulado Memoria Parcial, por el escritor D. Alfonso Ussía

 

“Para mí que se está cometiendo un grave error. El tiempo calma los odios y los enfrentamientos. El Gobierno de España ha tomado la iniciativa de desenterrar cadáveres de víctimas de la Guerra Civil. En algunas localidades han vuelto a florecer las peores rencillas. Más que la recuperación de la memoria histórica lo que se pretende es imponer la memoria parcial. Sólo hubo víctimas entre los perdedores y sólo los vencedores asesinaron. Se ha rendido un homenaje a Luis Companys, presidente de la Generalidad de Cataluña fusilado por los nacionales en el castillo de Montjuich. Pero se han olvidado de recordar a los más de mil barceloneses fusilados por los republicanos en ese mismo escenario durante la presidencia de Luis Companys. Me parece que no se está llevando este asunto con buena educación.

Además, que buscar fosas, encontrar huesos e identificarlos resulta carísimo. Yo les puedo indicar donde hay fosas comunes con restos humanos sin identificar. Entre esos restos están los de mi abuelo materno, el dramaturgo Pedro Muñoz-Seca, asesinado por el Frente Popular en Paracuellos del Jarama el 28 de noviembre de 1936.

Es decir, según los legalistas, asesinado por el Gobierno legal de la República junto a ocho mil españoles más por no ser republicano. Mi madre, que vivió, educó y murió sin remover huesos ni odios, hubiese sentido alivio y consuelo localizando en una de las fosas comunes de Paracuellos los restos mortales de su padre. Lo mismo habrían sentido los familiares de los ocho mil asesinados en aquellos parajes. Y me refiero a Paracuellos por ser el escenario de la tragedia de mi abuelo, porque son muchos más los paisajes de sangre repartidos por toda España, con víctimas de un lado y del otro. O memoria histórica o silencio pactado. La memoria parcial, además de infame, es una desfachatez.

Tengo en mi poder las cuarenta y tres cartas originales que envió mi abuelo desde la cárcel a su familia. Ni una palabra de odio, ni un sentimiento esquivo en esas cuatro decenas de escritos previos a su asesinato. Sólo en las últimas, cuando se inician a primeros de noviembre las sacas de la muerte, se intuye una cierta desesperanza en sus cartas. Tampoco excesivos alardes de humor. En una de las cartas del mes de octubre, le pide a mi abuela que le envíe a la cárcel una de sus bigoteras. «Se me han derrumbado los bigotes y estoy harto de meterlos en la sopa del rancho». Mi abuela le mandó las bigoteras, y sus bigotes recuperaron su altivez hasta que se los cortaron con grosería en el rastrillo de la muerte mientras le ataban las manos con un finísimo bramante que le hizo saltar las venas. Le quitaron uno de sus abrigos, el reloj, la cartera y la maleta con sus pertenencias. Fue ahí cuando dijo aquello de «me habéis quitado todo lo que tengo, menos el miedo». Minutos antes de caer fusilado y ser rematado por un oficial de las homenajeadas Brigadas Internacionales, cambió la frase: «Sois tan hábiles que me habéis quitado hasta el miedo». Fumó su último cigarrillo, que le ofreció un miliciano, mientras le invitaban a contemplar dos descargas de pelotones fusilando a otros compañeros de prisión y sufrimiento. En la fosa común en la que fue enterrado cupieron seiscientos cadáveres más. Los de aquella mañana. Y ahí siguen, sin que ninguno de los familiares haya removido el odio, abierto las rencillas y clamado venganza. Es más, uno de los principales responsables de aquellos asesinatos ha sido y es tratado en España, de acuerdo con las normas de la reconciliación, con todo respeto y cortesía. Me refiero a Santiago Carrillo Solares, ex secretario general del Partido Comunista de España.

Cumpliendo con las recomendaciones de mi madre, cimentadas en el perdón y la superación de aquel enfrentamiento brutal entre españoles, ofrezco mi mano a los familiares de aquellos que fueron asesinados en el otro lado de la guerra terrible que desangró a España cuando a mí me faltaban muchos años para nacer. Los muertos no entienden de injusticias. O todos o ninguno. España no se puede dividir de nuevo entre fosas de un lado y tumbas del otro. Y si el Gobierno sólo respeta a unos muertos, los familiares de los otros no lo vamos a consentir. Honremos a todos los asesinados respetando sus huesos y mirando al futuro”.


Ofrecemos un testimonio aparecido en el periódico La Razón -sección de Cartas al Director- del 27 de noviembre de 2004, por D. Federico Lluch y titulado: En la Guerra Civil

“Ahora que tanto se habla de la Guerra Civil voy a escribir sobre unas personas que fueron de una gran calidad moral. Yo estuve en la cárcel de San Antón en Madrid, limpiando lentejas con Don Pedro Muñoz Seca, con el médico Don Pedro Melendo (Muñoz Seca le llamaba el mediquito y llegó a ser general y director del hospital Francisco Franco) con Cayetano Luca de Tena y con su hermano Rafael.

En el mes de noviembre del año 36 todos los días por la noche leían los nombres de los presos para el traslado de cárcel de San Antón a la de Alcalá de Henares, pero en realidad lo que hacían era ir a Paracuellos y asesinarlos. De todas las expediciones que salieron de la cárcel la única que llegó a Alcalá de Henares fue en la que íbamos los hermanos Luca de Tena y yo. La de Don Pedro Muñoz Seca que salió esa misma tarde no llegó.

Cayetano Luca de Tena escribió en el ABC: «Mi expedición nadie sabe por qué llegó a la cárcel de Alcalá de Henares después de una larga detención en el cruce de Paracuellos. Alguien nos salvó, alguien a quien nunca he podido dar las gracias. Pero Don Pedro Muñoz Seca no tuvo tanta suerte».