HOJA INFORMATIVA

HERMANDAD DE NTRA. SEÑORA DE LOS CAÍDOS DE PARACUELLOS DE JARAMA

Boletín Nº 44 - Enero 2004


[Boletín anterior] - [Indice Boletines] - [Siguiente boletín]


Homilía Del Sr. Obispo De Diócesis Alcalá De Henares Monseñor Don Jesús Esteban Catalá

 

Beatos  Mártires  De  La  Orden Hospitalaria  De  San  Juan  De  Dios.

Paracuellos de Jarama, 29 Noviembre 2003. Lecturas: Dn. 7,15-27; 2 Tm. 2,8-13;3,10-12; Jn. 12,24-26.

 

1. Según hemos escuchado, el profeta Daniel tiene una visión en la que unas fieras con cuernos hacen la guerra a los santos de Dios: «Yo contemplaba cómo este cuerno hacía la guerra a los santos y los iba subyugando» (Dn 7,21).

A lo largo de la historia, varios son los reinos que, según esta visión, destrozan la tierra: «La cuarta bestia será un cuarto reino que habrá en la tierra, diferente de todos los reinos. Devorará toda la tierra, la aplastará y la pulverizará» (Dn 7,23). En la historia de la Iglesia, muchas han sido las persecuciones contra los cristianos, comenzando desde los primeros siglos.

El enemigo de Cristo vocifera contra Él y mantiene una actitud adversa y cruel contra sus seguidores «Proferirá palabras contra el Altísimo y pondrá a prueba a los santos del Altísimo. Tratará de cambiar los tiempos y la ley, y los santos serán entregados en sus manos por un tiempo» (Dn 7,25).

2. Pero el poder del maligno tiene un tiempo limitado; su victoria es efímera y termina aquí en la tierra; su «dominio le será quitado, para ser destruido y aniquilado definitivamente» (Dn 7,26).

Los que han sido martirizados por el nombre de Jesucristo recibirán la corona de gloria, que no se marchita, y poseerán el reino eterno prometido. Daniel lo describe con la figura del Anciano: «Hasta que vino el Anciano a hacer justicia a los santos del Altísimo, y llegó el tiempo en que los santos poseyeron  el reino» (Dn 7,22).

Al final, el triunfo es de Dios y de sus fieles: «El reino y el imperio y la grandeza de los reinos bajo los cielos todos serán dados al pueblo de los santos del Altísimo. Reino eterno es su reino, y todos los imperios le servirán y le obedecerán» (Dn 7,27). Esta es la esperanza cristiana.

3. Hoy celebramos la fiesta de los Beatos Mártires de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que derramaron aquí su sangre por dar testimonio de su fe y fueron martirizados en Paracuellos el día 30 de noviembre de 1936.

Sus nombres son: Diego de Cádiz García Molina y sus compañeros Román, Miguel, Arturo, Jesús y Antonio. El Papa Juan Pablo II los proclamó Beatos en octubre de 1992. Sus edades oscilaban entre los 19 y los 43 años; partieron hacia la Casa del Padre en plena juventud y madurez de su vida.

Se distinguieron por su amor a Dios, por su entrega diaria en el cuidado de los enfermos, por su obediencia en la vida religiosa, por su devoción mariana y, finalmente, por la entrega total de su vida hasta derramar su sangre. Al grito de “Viva Cristo Rey” caían en tierra, segados por manos que odiaban la fe cristiana. “¡Hasta pronto! ¡Hasta el cielo!”, fueron sus últimas palabras de despedida.

4. San Pablo, en su carta a Timoteo, le recuerda los trabajos y persecuciones que ha tenido que soportar por predicar el Evangelio: «Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Éste ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor» (2 Tm 2,8-9).

Con estas palabras, estimados hermanos, nos anima a proclamar hoy la Buena Nueva de la salvación traída por Cristo, en esta sociedad descreída que prescinde de Dios; nos alienta a predicar la Palabra de Dios, para que sea luz de los hombres de nuestro tiempo, porque, como dice el Apóstol, esta Palabra no está encadenada (cf. 2 Tm 2,9).

5. Hoy hacemos memoria también de muchos cristianos que murieron en este Camposanto de Paracuellos por dar testimonio de su fe, aunque no hayan sido aún beatificados. ¡Ojalá un día la Iglesia los reconozca como tales y nos los proponga como modelos de testigos de la fe y nos los ofrezca como intercesores nuestros! San Pablo nos recuerda que «todo el que se proponga vivir piadosamente en Cristo Jesús será perseguido» (2 Tm 3,12). Muchos de ellos fueron perseguidos por vivir la fe en Cristo Jesús y por dar testimonio de ella.

En esta eucaristía rezamos también al Señor, para que acoja en su reino de inmortalidad a todos los que aquí murieron. Muchos de ellos dieron prueba de una práctica encomiable de virtudes humanas y cristianas, y de una vida ejemplar, entregada a los demás y animada por los valores de la paz, la convivencia y el respeto mutuo.

6. San Cipriano, obispo y mártir, nos ofrece una reflexión sobre la muerte y sobre la actitud que el cristiano debe tener ante ella: “Para nosotros, nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra. Tanto para ellos como para nosotros, significará una gran alegría el poder su presencia y abrazarlos; la felicidad plena y sin término la hallaremos en el reino celestial, donde no existirá ya el temor a la muerte, sino la vida sin fin” (San Cipriano, Tratado sobre la muerte (Cap. 18, 26: CSEL 3, 314).

En el reino celestial nos esperan los apóstoles, los profetas, los mártires, las vírgenes, los evangelizadores, los misericordiosos, los que practicaron el bien, los que trabajaron por la paz, los que socorrieron a los necesitados. Estamos invitados a vivir en la alegre compañía de todos ellos. Nos esperan también entre ellos los Beatos mártires de Paracuellos.

7. El destino final de quienes son fieles a Dios y se unen por el bautismo a la muerte de Cristo es la participación en su reino: «Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará» (2 Tm 2,11-12).

Esta fiesta de los Beatos Mártires de la Orden Hospitalaria nos ofrece un motivo más para entregar nuestra vida al servicio de Dios y de los hermanos. La vida del que se la guarda para sí queda infecunda, pero la vida del que la entrega produce buen fruto, como nos dice el evangelista San Juan: «Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24).

Ser discípulo de Jesús, estimados hermanos, implica servirlo: «El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará» (Jn 12,26). Los Beatos y los Santos nos estimulan a vivir con gozo la entrega y el servicio a Dios.

8. Hoy es el último día del año litúrgico. Mañana comenzamos el Adviento, que nos prepara para acoger al Mesías. Jesucristo tomó forma humana en su primera venida a la tierra (cf. Jn 1,14), pero vendrá glorioso y con poder en su segunda y definitiva venida, al final de los tiempos (cf. Lc 21,27; Ap 5,12).

El tiempo y la historia han sido sacralizados por Cristo. Hoy no solamente recordamos un hecho pasado, que aconteció en el tiempo, sino que miramos hacia el futuro, esperando la plenitud de nuestra salvación. Los que fueron hechos hijos de Dios por el bautismo y han muerto en Cristo, viven ahora la plenitud de su vida en Él; ésta es la esperanza cristiana.

¡Que Dios les conceda a todos ellos el descano eterno y la felicidad completa! ¡Que el Señor nos conceda a nosotros, los que aún vivimos en este mundo, serle fieles en su servicio y en su seguimiento! ¡Que la Virgen María, que acompañó a su Hijo hasta el pie de la cruz y fue siempre fiel y humilde servidora de Dios, nos ayude con su intercesión a realizar con amor y fidelidad la voluntad de Dios en nuestras vidas! Amén.


A Nuestros Miembros De La Hermandad De Paracuellos

La Junta Directiva de la Hermandad, persiste reiteradamente acerca de nuestro más profundo agradecimiento destinado a aquellos miembros de la misma que en número "lamentablemente muy limitado" contribuye con su ayuda tanto moral cómo económica para que nuestra cotidiana labor redunde en beneficio del Camposanto, con nuestro mayor y único propósito de que el lugar venerable de nuestros caídos se conserve y perpetúe con dignidad y decoro. Obligación en la que todos debemos estar comprometidos por las muchas y grandes razones de todos conocidas.

Estas indispensables necesidades de conservación del recinto del Camposanto, así como enseres y ornamentos de renovación y mejora en la Capilla, ha sido evidentemente el deseo de realzar moderadamente nuestro lugar de encuentro en los oficios religiosos  perseverando en ellos con fidelidad en recuerdo de la meritoria muerte de nuestros caídos, perseguidos y maltratados hasta el final por sostener la verdad de sus creencias.

Expuesto brevemente lo que antecede, y sin que ello sirva de censura o reproche por nuestra parte, nos aventuramos a irrumpir, con el respeto que nos merece, en la sensibilidad de aquellos familiares que sin motivo aparente venimos observando, si nuestra percepción no nos traiciona que un número muy considerable de componentes de la Hermandad no acuden a nuestras repetidas convocatorias, dando con ello muestra de una cierta indiferencia u olvido por el lugar donde reposan sus deudos. Bien es verdad que ésta pasividad nos conmueve y entristece al vislumbrar la dejadez de aquellos que sin impedimento justificable omiten su presencia en el luctuoso lugar donde terminó la existencia de tantas víctimas inocentes.

No pretendemos con este lamentable rogatorio reprobar conductas ajenas ni herir los sentimientos a personas determinadas, que posiblemente sin dejar de recordar a los suyos no pueden o no saben afrontar con entereza la desazón que todos padecemos frente a esas tumbas. No es fácil vencer ese impedimento que es meramente disculpable en tales casos, no así, en aquellos que por negligencia o apatía no han asistido nunca al Camposanto o dejaron de hacerlo.

Sería muy reconfortante para los que estamos celosamente comprometidos en la fundamental responsabilidad por todo lo que concierne al Camposanto, que aquellos que sus condiciones físicas se lo permitan nos acompañaran a la celebración de la Santa Misa, oficiada todos los primeros domingos de cada mes por nuestro querido Capellán Don Manuel Liébana, citando habitualmente su fidelidad y recuerdo a los mártires y caídos.

No nos defraudéis. No desatendáis nuestra afectiva invitación a tan benemérito deber de gratitud y demos cumplida manifestación de recuerdo a los caídos en Paracuellos.


Dedicatoria de D. Manuel Liébana, Capellán del Cementerio de Mártires a D. Justo Bermejo en el Cincuentenario de ordenación Sacerdotal.

1 de Noviembre de 2003

Que D. Justo venga al cementerio de Paracuellos de Jarama no es noticia, la noticia será que no venga, pues desde que ungieron sus manos y se lanzara en cuerpo y alma al apostolado, hace ahora 50 años, SIEMPRE, y subrayo este adverbio de tiempo, siempre en esta Solemnidad de todos los Santos, para bruñir y resaltar la heroicidad de nuestros mártires.

Pero si yo les preguntara a los más antiguos y asidos de estas celebraciones, ¿quién es D. Justo y qué ha hecho en su vida?, seguro que casi nadie sabría contestar a estas preguntas.

Perdone, D. Justo, que descorra las cortinas íntimas de su vida sacerdotal.

- Nació en Cascones, Madrid, el 20 de diciembre de 1930. Recibió la ordenación sacerdotal en Madrid, el 30 de Agosto de 1953. El 23 de septiembre de dicho año fue nombrado ecónomo de la Parroquia de San Andrés Apóstol de Cubas de la Sagra, donde permaneció hasta 1957. Fue simultáneamente Capellán de las Franciscanas Regulares y del Noviciado de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia.

- El 4 de julio de 1957, fue nombrado Vicario de la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles, de Madrid. Y Viceconsiliario Diocesano del Apostolado Familiar desde 1965 hasta 1968.

- Director Espiritual del Instituto Lope de Vega desde 1965 hasta 1969.

- Consiliario Diocesano del Movimiento familiar desde 1969 hasta 1977.

- De 1974 a 1985, Capellán de las Religiosas del Niño Jesús (Damas Negras).

- Director del Secretariado de Apostolado Seglar de la Comisión Episcopal de 1976 a 1986.

- Vicario Episcopal de la Vicaría 1 – Norte, desde 1985 hasta 1995.

- Miembro nato del Consejo Presbiteral desde 1 de Octubre de 1985.

- Presidente de la Comisión Delegada para el Diaconado Permanente, desde el 6 de marzo de 1996.

- Canónigo del cabildo catedral de Madrid desde el 8 de octubre de 1997.

- En septiembre de 1995 fue nombrado Vicario Episcopal para el clero en la Curia Diocesana, cargo en el que permanece.

Hemos oído machaconamente cómo una actividad pastoral se compaginaba con otras, vemos con santo orgullo que sobre todo su currículum  sacerdotal compatibiliza a la celebración de esta Solemnidad de Todos los Santos y en este Camposanto y santificado con la sangre de nuestros mártires, entre los que se cuenta su padre.

Gracias, D. Justo por su asidua asistencia, ejemplo a imitar por todos nosotros.


Actos Religiosos En Paracuellos De Jarama

 

Misa Del 1 De Noviembre De 2003

Con la santa Misa del día uno comenzaron los actos litúrgicos del mes. Fue celebrada y presidida por el sacerdote Don Justo Bermejo del Pozo hijo de caído, por Don Manuel Liébana y Don Ernesto Barea. A pesar de caer en sábado, estuvo muy concurrida de familiares de caídos.

Misa Del 7 De Noviembre De 2003

En el camposanto de los Mártires de Paracuellos de Jarama, tuvo lugar la solemne Misa celebrada por los sacerdotes Don Ernesto Barea y Don Rafael del Rosal en sufragio por los miles de caídos en este lugar entre los días 7 de noviembre y el 4 de diciembre de 1936, en conmemoración de aquella fecha en que dieron comienzo las sacas de presos sacados de las cárceles de Madrid, siendo seguido el acto religioso por varios centenares de personas que abarrotaron la iglesia y sus aledaños.

Acto seguido, se celebró una sobria pero solemne ceremonia ante el monolito. Tras el responso, se escuchó la Oración de los Caídos y se depositó una gran corona de flores con los colores de España. Posteriormente cientos de familiares depositaron flores en cada una de las siete fosas del cementerio donde reposan sus caídos.

Misa Del Día 29 De Noviembre De 2003

Como todos los años y siguiendo con los actos religiosos del mes, sacerdotes del clero secular y diferentes miembros de las ordenes religiosas, acudieron en representación de sus compañeros asesinados aquel 29 de noviembre de 1936, para celebrar la solemne Misa presidida en esta ocasión por el Sr. Obispo de Alcalá de Henares, Monseñor Don Jesús Esteban Catalá, junto con los sacerdotes Don Manuel Liébana, Don Jesús Martínez, Don Ernesto Barea, de la Orden Claretiana, Don Eutimio González de los Misioneros Oblatos y Don Felicísimo Castaño por los Agustinos de El Escorial.

La Santa Misa terminó con la bendición y la lectura de la Oración por los caídos por parte de todos los asistentes, entre los que se encontraban algunos supervivientes de las cárceles Modelo, Porlier, San Antón y Ventas.

Además de otros religiosos y religiosas, también nos acompañó la religiosa de las Hermanas de la Caridad Sor Josefina Salvo, actual postuladora de los PP. Paules, de los cuales siete fueron fusilados en Paracuellos.


Visita De Excombatientes Italianos

 

Como todos los años, los ex combatientes de A.N.C.I.S. (Associazione Nazionale di Combattenti in Spagna) visitaron nuestra nación para recordar aquella epopeya y homenajear a los caídos. El día 15 de noviembre visitaron por primera vez el cementerio de los caídos en Paracuellos, haciendo una ofrenda floral sobre el monolito y cantando el Himno Italiano.