HOJA INFORMATIVA

HERMANDAD DE NTRA. SEÑORA DE LOS CAÍDOS DE PARACUELLOS DE JARAMA

Boletín Nº 20 - Mayo 1995


[Boletín anterior] - [Indice Boletines] - [Siguiente boletín]


Un gesto de generosidad

Nuestra gratitud a la Comunidad de Religiosas Clarisas del Monasterio de las Descalzas Reales de Madrid, que han regalado a la Hermandad, para el culto de la Capilla de Paracuellos, Corporales y Purificadores bordados con el esmero, buen gusto y delicadeza como es peculiar en las religiosas, y en esta ocasión con una especial dedicación, al habérselo ofrecido en atención a una religiosa de su misma Comunidad, nieta y sobrina de dos de nuestros Caídos: Francisco del Valle Oñoro y Agustín del Valle Carlos-Roca, respectivamente.

Poema de José Luis Santiago Meras

Cayeron en Paracuellos.
Español, ¿ya no te acuerdas?
Si ellos lo perdieron todo,
fue para que tú vivieras.
La tierra que los cubrió
no pudo cubrir su gesta.
Los muertos no mueren nunca
mientras alguien los recuerda.
¿Pero la traición los mata,
y el olvido los entierro!
Español, llora por ellos,
llora por su estéril guerra,
llora por su sangre inútil.
¡Hoy, sí que han muerto de veras!
¡Hoy, sí los han dado tierra!

J. L. Santiago Meras
 

EL VALLE DE LOS CAÍDOS

A continuación transcribimos un articulo de Salvador Rebes Puig, aparecido en el Boletín Informativo de la Fundación Nacional Francisco Franco, sobre la Basílica del Valle de los Caídos, por considerarlo de interés y muy en torno con nuestros Caídos, pero que por las circunstancias que concurrieron, la Hermandad siempre mantuvo el propósito de respetar y conservar nuestro Camposanto en el lugar donde fueron inmolados, con la sana intención de que su permanencia y recuerdo de aquel genocidio, sirva de enseñanza y meditación a las generaciones venideras.

El articulista trabajó en la monumental obra como matemático e ingeniero: «Nunca he sido (afirma) prisionero de guerra».

Al terminar la guerra, Franco mantenía la idea de honrar a los muertos en ella. ¿Qué muertos?, ¿sus soldados...? Eso es lo que se repite constantemente, incluso por autoridades políticas. La verdad la oí varias veces al jefe de la Casa civil, Fuertes de Villavicencio: todos los muertos de la guerra, cualquiera que fuese el bando al que hubieran pertenecido.

¿Cuántos muertos? La estadística no ha sido nunca una ciencia conocida en España lo que quizás no sea suficiente razón para justificar que se ignore todavía esa cifra y se emplee, incluso por novelistas como Gironella, la que obtuvo el doctor Villar Salinas (1942) y publicó con el titulo Repercusiones demográficas de la última guerra civil española. Repercusiones demográficas no es «victimas militares o civiles», muertes de seres vivos. La demografía varió seriamente porque además de los muertos era necesario contar a los no nacidos: la población española hubiera sido N de no darse la guerra; para Villar Salinas fue de N-1 millones, o sea «un millón de muertos», lectura disparatada de lo que quiso escribir el doctor.

Las cifras reales de muertos fueron publicadas por don Ramón Salas Larrazábal en 1980 con resultado muy diferente del que se continúa exhibiendo: 120.000 militares muertos, a los que se debe añadir los asesinados por uno y otro bando, las victimas de la guerrilla organizada por el Partido Comunista, las victimas de la División Azul, etc. Con todo lo cual se alcanzaría una cifra próxima a los 300.000 muertos. Pero como todo eso se ignoraba cuando se proyectó el Valle de los Caídos, se previo una cifra de medio millón de cadáveres... Obsérvese aquí una inmejorable demostración de lo afirmado anteriormente: ambos bandos.

¿Dónde situar el monumento soñado? Franco estaba enamorado por la vista de la sierra de Guadarrama desde Madrid por conocerla personalmente (recuérdese que ello le libró del secuestro aéreo que sufrió durante el mes de septiembre de 1936 por actuación de un tal Ananias) y por admirarla en los cuadros de Velázquez. Allí debía estar el monumento: centro de España (de toda España, no exclusivamente de la zona nacional, lo cual permite reencontrar la idea de todos ,los muertos. Encontrar el lugar exacto le costó varios años y lo consiguió paseando por allí a caballo junto con el general Moscardó. Cuelgamuros es un cerro aislado del conjunto de montañas de la Sierra y origen de un pequeño valle.

Inmediatamente se convocó un concurso de arquitectos con un pliego de Condiciones en el que se exponía la idea: una cripta subterránea coronada por una gran Cruz y con osarios suficientes para aquel medio millón de muertos ya citados. Se presentaron media docena de proposiciones con planos y maquetas (que se conservaron en las oficinas de las obras) y ganó el concurso don Pedro Muguruza Otaño, no el arquitecto a quien se adjudica el éxito, incluso por él mismo.

Mientras se esperaba la solución del concurso y se encontraba el capital necesario para abonar la obra, se empleó una brigada de prisioneros de guerra que se encargaron de realizar la excavación de la carretera que une Cuelgamuros con la N-600, tramo Guadarrama-San Lorenzo de El Escorial. La labor de esa brigada se exhibe siempre como autora del monumento cuando la verdad es que no supo realizar ni siquiera la pavimentación con aglomerado asfáltico... ni, desde luego el puente que salva allí el valle (pasar de uno a otro lado del cauce). Puente que hizo Agromán y no con «prisioneros de guerra» como se dice siempre.

El señor Muguruza falleció en 1952, antes de que se iniciara el trabajo en la Cripta y después de casi terminar el monasterio que está en la parte posterior del cerro Cuelgamuros. Una obra tan magníficamente hermosa que años después, cuando se convocó a las órdenes religiosas para ocupar el monumento, todas se negaron a cargar con los gastos de mantenimiento de tan lujosa joya. Desaparecido Muguruza, se nombró a Diego Méndez como arquitecto director de las obras.

Para el difícil trabajo de la Cripta y sobre todo de la Cruz se convocó un concurso de empresas constructoras a las que se exigió que presentaran el cálculo de la Cruz, problema tan singular en aquellos tiempos que produjo la abstención de casi todas las empresas. Y se sigue diciendo que aquello lo hicieron los prisioneros de guerra. No existían los ordenadores electrónicos que ahora facilitan esos cálculos, por difíciles que sean, pese a lo cual el equipo técnico de Huarte y Cia. realizó lo que se exigía incluyendo las pruebas sobre maqueta realizadas en el túnel aerodinámico del INTA. Actualmente se han comprobado la cimentación y la estructura de la Cruz, mediante el empleo de ordenadores, y todo ha resultado ser correcto.

Los prisioneros de guerra estaban allí hasta que la obra estuvo claramente iniciada, pero «mano-sobre-mano» o paseando hasta Guadarrama o el Escorial hasta la hora de retiro. Si el cálculo había sido difícil, la construcción no fue fácil. La elevación del fuste de la Cruz no suponía problema alguno pero una vez alcanzada la altura de los brazos de la Cruz, extenderlos fue un alarde técnico del que nunca se ha dicho nada. Inimaginable que los ingenieros militares pudieran llegar a esas cotas de saber.

El monumento

La construcción de la escalera y ascensor que comunica la Cripta con el monasterio ya erigido, no tuvo especiales dificultades. Al mismo tiempo se perforó la galería de acceso y cuando Franco la visitaba, ya retirado el escombro que había de servir para rellenar la escalinata de acceso desde la carretera, se detuvo mediada la galería y dijo: esto parece un túnel de Metro. Que lo hagan el doble de ancho y el doble de alto. Hubo de volver a rellenar de escombros para continuar la excavación de la roca granítica y en la amplia zona obtenida se construyeron las capillas de las seis imágenes de la Virgen patrona de ciertas armas del Ejército. Tras las cuales existen sendos osarios vacíos por lo que luego se dirá.

Esta conducta de Franco, tan cercana a la labor de director artístico del Monumento, no fue la única, ni aproximadamente: citaremos lo que hizo con la imagen de la Piedad que existe sobre la puerta de acceso a la Cripta: rechazó las dos primeras que presentó Juan de Avalos con una sola frase: no me gusta y aceptó la que se ve ahora. Y no hubo reparo alguno para los evangelistas de Avalos, la reja de Lapayese, el mosaico de Padrós (realizado en Madrid, bajos del Teatro Real) o el Cristo de Beobide.

Pero puesto que negamos lo que se cree saber sobre los famosos prisioneros de guerra, bueno será añadir ahora que la obra quedó terminada sin que se hiciera tumba alguna, cerca al altar, ni para José Antonio ni para Franco (todavía menos, si cupiera). Constantemente se dice que aquel Monumento es el mausoleo de Franco, lo cual es la mayor sandez imaginable.

<

El presupuesto

¿Cómo se pagó tan extraordinaria obra? Coincidieron cuatro razones diferentes.

Primera. Durante la guerra se realizó una cuestación (en la zona nacional, naturalmente) para levantar ese monumento (buena prueba de lo antes dicho sobre el interés de Franco para honrar a todos los muertos), de la que se obtuvo algún dinero, poco, y joyas tan significativas como anillos de alianza matrimonial. Los encargados de realizar esa cuestión no supieron informar correctamente de que se destinaba a todos los muertos.

Segunda. En todos los Presupuestos Generales del Estado posteriores al final de la guerra, existe consignación para ese gasto. Su administración se concedió a la Comisaría de Reconstrucción Nacional (después Banco de la Construcción).

Tercera. Todos los años Franco ingresó en esa cuenta las cantidades que le sobraban de la asignación libre de cuentas que tema como Jefe del Estado.

Cuarta. Los precios unitarios ofrecidos por la empresa constructora Huarte y Cía. eran francamente pequeños y se respetaban al máximo. ¿Por qué no quebró la empresa? Porque en aquellos años de verdadera escasez de toda clase de artículos, desde alimentación hasta maquinaria pasando por cementos, aceros, etc., alguien toleró que esa empresa obtuviera materiales de construcción y maquinaria a «precios de cupo» (ni remotamente parecidos a los de mercado) y se solicitaban mediante la fórmula para la pronta terminación de los Nuevos Ministerios obra totalmente paralizada, aunque no lo estaban los ambulatorios de la Seguridad Social de Teruel, Zaragoza, Pamplona, etc. donde también se emplearon. Debe quedar muy claro que no hay paralelo alguno entre aquella forma de actuar y la prevaricación que se ha extendido ahora por toda España en beneficio de particulares y políticos.

Posteriormente apareció un articulo en la revista Time donde se valoraba el Monumento en 1.200 millones de pesetas, cifra que todavía se predica en petición de escándalo. Quizás alcanzara esa cifra en el mercado británico de la construcción, pero España posguerra era otra cosa. Y para refutar tan exagerado disparate baste decir que la Cruz costó 33 millones de pesetas. ¡El elemento más caro de toda la obra!

Los Osarios

En las visitas al Monumento nadie explica dónde están ni cuántos difuntos guardan. Ya se ha dicho que los adyacentes a la galería principal están vados, pero los otros dos, enormes, guardan muy pocos restos mortales. Antes de inaugurar el Monumento se realizó una consulta a los familiares de los muertos en la guerra para trasladar los restos allí: se negaron casi todos. Permanece, ridículamente la idea< de que aquello es para los difuntos de la «zona nacional», y nadie se atreve a admitir la idea, genial, de Franco. Ni a proclamarla, al parecer.

La Comunidad Religiosa

Anteriormente se ha dicho que se realizó una encuesta para adjudicar a una orden religiosa la vida en el monasterio. Todas se negaron por alguna razón excepto la actual, benedictina que ofrecieron aceptar si se mejoraban las condiciones económicas ofrecidas para igualarse con lo que tienen en Montserrat (venta de recuerdos, etc.) y se construía un monasterio mucho más austero porque en el ya edificado no se podía realizar una vida de comunidad religiosa. El edificio se construyó y constituye el parche feísimo que hay en la parte trasera del Monumento, pero los recordatorios y los billetes-pase para visitar el Monumento permanecen en poder del Patrimonio Nacional.

Salvador REBES PUIG