HOJA INFORMATIVA
HERMANDAD DE NTRA. SEÑORA DE LOS CAÍDOS DE PARACUELLOS DE JARAMA
Boletín Nº 5 - Abril 1990
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Cuando el desmoronamiento del mundo marxista pone al descubierto incontables
fosas siniestras en las que, en tantos lugares, fueron sepultadas las víctimas
de la feroz represión roja -las más recientes en las afueras del Berlín recién
liberado-; cuando en su visita a Varsovia, Mijail Gorbachov acaba de reconocer y
deplorar oficialmente la verdad histórica de la matanza de 15.000 oficiales
polacos en Katyn en 1.943 por la policía política soviética, hecho vergonzoso
que, con la complicidad culpable de las potencias occidentales intentó
mantenerse en secreto hasta ahora, a pesar de su evidencia insoslayable,
recordemos emocionadamente la primacía gloriosa de nuestro Camposanto de
Paracuellos de Jarama, donde desde 1.936 descansan miles de compatriotas
nuestros, caídos por Dios y por España, esperando el momento en que la
proclamación de las virtudes cristianas que les llevaron al martirio convierta
algún día aquellas tierras sagradas en Santuario de peregrinación nacional.
Desde aquí renovamos hoy nuestro cordial llamamiento a todos los familiares y
amigos de nuestros mártires para establecer un compromiso solemne por el que el
Camposanto de Paracuellos, su conservación y dignificación, sean para todos
nosotros, de por vida, una preocupación fundamental, de tal suerte que hasta su
cabal cumplimiento nos sea negado la paz y el sosiego.
Con el título de "TESTIMONIO MARTIRIAL" la Hospitalaria Orden de San Juan de
Dios publicó en 1.980 un documentadísimo volumen de más de 700 páginas, debido a
la pluma de Fray Octavio Marcos, que recoge puntualmente la historia de la
persecución sufrida por la benemérita Institución entre 1936 y 1939. Una de las
partes más estremecedoras es la relacionada con el martirio de los 15 religiosos
del Sanatorio Marítimo de Calafell (Tarragona), muy conocido por haber sido
llevada al cine la escena de los fusilamientos en la playa. Nosotros, sin
embargo, vamos a reproducir unos fragmentos del capítulo dedicado a Paracuellos.
Es un testimonio más de la ejemplar entereza y conformidad con la voluntad de
Dios con que nuestros prisioneros de las cárceles rojas afrontaban el trance
supremo de la muerte.
A este campo comenzaron a llegar expediciones el día 7 de noviembre. En las
oficinas de la Asociación Oficial de Familiares de los Mártires de Madrid y su
Provincia consta haber sido este campo, desde el mes de septiembre, uno de los
lugares donde consumaban los milicianos el fatídico "paseo", y se fusilaban
pequeños grupos de cinco, siete, doce, etc., extraídos de cárceles, checas, etc.
Por eso, además de la masa de asesinados que reposan en las fosas, se han
encontrado, y hay enterrados numerosos cadáveres esparcidos por todo el campo.
Cerca de mil fueron sacrificados el 7 de noviembre en dos expediciones, una por
la mañana, y otra por la tarde, en su inmensa mayoría militares. No se habían
abierto todavía las fosas y los cuerpos quedaron insepultos hasta el día
siguiente en que obligaron, pistola en mano, a abrir fosas a elementos señalados
como derechistas en el pueblo. Los cadáveres, en impresionantes actitudes,
llenaban gran espacio del campo, y arrastrados con caballerías, en informe
confusión, fueron arrojados a aquellas fosas que están hoy día dentro del Campo
Santo.
En días sucesivos, casi ininterrumpidos, continuaron llegando expediciones de
cuatrocientos, seiscientos, mil presos. Ya se había montado en las inmediaciones
un destacamento fuerte de milicianos, con servicio de vigilancia y apoyo a las
patrullas de fusileros que acompañaban las expediciones, con la misión de
consumar los fusilamientos. También se habían constituido grupos de
trabajadores, gentes de derechas condenados a estos trabajos forzados, con la
misión de abrir zanjas y dar tierra a los fusilados. Por tanto, en las sucesivas
expediciones las ejecuciones se verifican al borde de las zanjas ya abiertas y
en los pinos. Estas son largas -hay una que mide más de ciento cincuenta metros
de larga, cuatro de ancha y tres de profundidad-, y numerosas, al menos seis o
siete. Alineados los grupos al borde de las mismas, eran ametrallados y caían
amontonados con la plegaria en los labios, al grito de: "¡Viva Cristo Rey! ¡Viva
España!"
El día 28 llegaron varias expediciones: una, a media mañana, en la que formaban
cinco religiosos nuestros de la Comunidad de Ciempozuelos; y otra, la mayor de
cuantas han llegado, compuesta de once grandes ómnibus de dos pisos, atestados
de presos, a las once de la mañana. En ésta forman parte diez religiosos
nuestros, también de la Comunidad de Ciempozuelos. Testigos presenciales dicen
que descendían de los ómnibus con las manos atadas atrás. Iba en esta expedición
el célebre comediógrafo D. Pedro Muñoz Seca, a quien en la portería de San Antón
hemos visto formando pareja con nuestro M. R. P. Guillermo. También forman parte
varios religiosos Agustinos de El Escorial.
En esta misma expedición se destacó otro señor, que por sus palabras se deduce
que era religioso, que dijo a los verdugos: "Nos matáis porque somos religiosos;
os perdonamos de corazón..." En otro grupo de esta misma expedición iban padre e
hijo; antes de ser fusilados pidió el padre despedirse de su hijo, y abrazados
los dos, en una escena de terrible emoción, cayeron segados por las balas. Y así
se repetían las escenas, en tanto el plomo implacable segaba las vidas,
mezclados con los gritos victoriosos de "Viva Cristo Rey. Viva España..." El
silencio que seguía a aquellos momentos y mientras todavía palpitaban los
corazones que arrojaban su sangre por las bocas abiertas por la metralla era de
una emoción que sobrecogía. En una rápida revista eran rematados por las
pistolas de los jefecillos aquellas vidas todavía latentes; y, mientras los
cuerpos yacían abatidos por el plomo de los sin Dios, las almas, en raudo vuelo,
se elevaban victoriosas con las palmas del martirio.
El día 30 se repetían parecidas escenas en nuevas expediciones en las que
formaron parte siete religiosos nuestros, procedentes como los anteriores de la
cárcel de San Antón. En la misma expedición fue la Comunidad casi íntegra de
Padres Agustinos de El Escorial, con el P. Mariano Re villa, Asistente General,
al frente de ella; varios Hermanos de las Escuelas Cristianas de Claudio Coello,
y otros religiosos más.
Nuestros Hermanos mártires, en número total de veintidós, yacen confundidos con
otros tantos religiosos de diversas Ordenes y Congregaciones, Sacerdotes y
buenos cristianos, en las fosas largas que, a modo de surcos, contienen tan
preciosa semilla y traen a nuestra mente aquellas palabras de Cristo Señor
Nuestro: "si granum frumenti non moritur, ille solum manet; sed si moritur
multum fructum affert" (Jn, 12-24). Sí, grano de semilla, arrojado al surco, son
los cuerpos de los mártires que han muerto por Cristo; y porque han muerto,
reportarán para la Iglesia de Dios abundante cosecha de frutos; cumpliéndose,
también, aquellas elocuentes palabras del apologista cristiano Tertuliano:
"sanguis martyrum, semen christianorum est", la sangre de los mártires es
semilla de cristianos.
CERCA
DE MIL QUINIENTAS VICTIMAS DE NUESTRA GUERRA ESPERAN SU BEATIFICACIÓN
La Congregación para la Causa de los Santos tiene en marcha el proceso de
beatificación de ciento veintitrés grupos de personas asesinadas durante la
guerra española. Se trata de un total de mil cuatrocientos ochenta y nueve
hombres y mujeres, la mayoría religiosos, que perdieron la vida violentamente
por motivos ajenos a la contienda. Hasta ahora el Santo Padre había beatificado,
como es sabido, a tres monjas carmelitas, de Guadalajara, y a veintiséis Padres
pasionistas, de Daimiel.
Cuando esta Hoja llegue a vuestras manos habrán sido beatificados ya ocho
Hermanos de las Escuelas Cristianas y otro Padre pasionista, que perecieron
víctimas del odio antirreligioso de las turbas marxistas en Turón (Asturias),
durante la revolución de octubre de 1.934, prólogo o ensayo de la gran
persecución que había de desencadenarse a partir de julio de 1.936. Y en la
misma fecha del 29 de abril, habrán alcanzado el mismo reconocimiento papal los
dos primeros exponentes del martirologio catalán durante nuestra Cruzada: el
Hermano Jaime-Hilario (en el mundo, Manuel Barbal Cosan), de la misma
Congregación de San Juan Bautista de la Salle, mártir a los 39 años de edad, en
Tarragona, el 18 de enero de 1.937, y la Reverenda Madre Mercedes Prat Prat,
Teresiana de la Casa Madre de dicha Orden en Barcelona, nacida en la Ciudad
Condal en 1.880 y que el 23 de julio de 1.936, detenida "por monja", fue
conducida a la carretera de la Rabassada y acribillada repetidamente a balazos
hasta morir desangrada sin dejar de rezar, en una santa agonía, con invocaciones
constantes al perdón.
La revista italiana " II Sabato", que, en número reciente, aportó algunos de los
datos arriba citados, publica un artículo del historiador español Vicente Cárcel
Ortí, autor de un libro de inminente aparición. Según Cárcel Ortí, la crudeza de
la persecución religiosa durante la guerra civil española no tiene precedentes
en la historia: ni las desarrolladas por los emperadores romanos, ni las
desencadenadas por las revoluciones francesa o rusa se pueden comparar con la
intensidad y violencia de lo que ocurrió en España desde 1936 a 1939. Sólo entre
eclesiásticos -afirma- las víctimas superan los 7.000, incluidos doce obispos y
un administrador apostólico. El autor ofrece en su libro una tabla cronológica
de los acontecimientos, según la cual el mes de agosto de 1.936 fue el más
trágico, con 2.077 eclesiásticos asesinados, es decir, una media de setenta al
día.
"A pesar de la masacre -señala Cárcel-la Santa Sede y la Iglesia de España no se
pronunciaron sobre el Levantamiento Nacional. Sólo en 1.937, cuando la violencia
llegó a su punto máximo, los obispos decidieron la publicación de la famosa
Carta Pastoral de 1º de julio en la que denunciaban los horrores de la
persecución y se pusieron de parte de Franco". En esa fecha los eclesiásticos
asesinados ascendían a 6.500.
Más adelante, el Gobierno rojo intentó un acuerdo con la Santa Sede, pero no lo
obtuvo "pues no cesaron del todo las persecuciones al culto religioso". Con
Franco -termina diciendo Cárcel- "la Iglesia volvió a gozar de libertad y
apoyo". El autor añade ciertas apostillas de fácil réplica, en las que no vamos
a entrar.
Esperamos con verdadero interés la publicación de la obra del Sr. Cárcel para
ver si, de una vez, se habla con claridad cuando alguien haga referencia a la
persecución religiosa en España, evitando eufemismos como los de decir, en un
órgano de gran difusión, de la Madre Mercedes Prat que "a causa del comienzo de
la guerra tuvo que abandonar con las demás religiosas el Colegio..."