HOJA INFORMATIVA

HERMANDAD DE NTRA. SEÑORA DE LOS CAÍDOS DE PARACUELLOS DE JARAMA

Boletín Nº 55 - Febrero 2007


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EUCARISTÍA EN EL 70 Aniversario DEL HOLOCAUSTO DE PARACUELLOS

Por el Abad de la comunidad de religiosos O.S.B. de la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos D. Anselmo Álvarez, y los sacerdotes D. Manuel Liébana y D. Felipe de Lope Taravillo, párroco de Loeches, se celebró la Eucaristía concelebrada en la capilla del cementerio de Paracuellos de Jarama el pasado día 7 de noviembre. Por su interés, reproducimos íntegramente la homilía.

Quiero deciros, ante todo, que me es muy grato estar con vosotros en una fecha como esta, y que conmigo traigo el saludo de la Comunidad del Valle C., Con tantos otros españoles, nos unimos a vosotros en el recuerdo y la oración por vuestros caídos cuando   celebráis el 70 aniversario de aquellos acontecimientos que supusieron una de las acciones fratricidas más estremecedoras que se recuerdan, así como una de las gestas martiriales y heroicas que apenas encuentran parangón. (fueron mártires de la fe y/o mártires de la patria; así hemos de expresarnos en tanto la investigación histórica y el dictamen de la Iglesia no se pronuncien concluyentemente).

Pero a unos y a otros son aplicables las palabras de Sap 3, especialmente relevantes para nuestros caídos de Paracuellos: "la gente insensata creía que morían y que su partida de nosotros era una destrucción, pero ellos están en paz, porque esperaban de lleno la inmortalidad; Dios los puso a prueba y los halló dignos de sí".

Al mártir no le quitan sino que le dan la vida, aquellos mismos que se la arrebatan. Se la dan no sólo para el recuerdo, lo que sería demasiado poco, sino para la vida auténtica. De hecho, nadie más presente que ellos ante la Iglesia, ante Dios y ante su pueblo. Ellos son los verdaderos vivientes: los que están en la presencia de Dios, ante el juez de vivos y muertos.

Todos los que reposan aquí, y nosotros con ellos desde la firmeza de nuestra fe, exclamamos también: '¿dónde está, muerte, tu victoria?' Y ante el altar del Cordero inmolado, que el autor del Apocalipsis vio en el centro del cielo, rodeado de los que habían sido sacrificados por dar testimonio de Jesús, les oímos exclamar: "reivindica nuestra sangre"; para la gloria de Dios y para el honor de la fe y de la nación por los que dimos la vida. No claman venganza, sino, como lo hicieron entonces, perdonan de nuevo a los que les inmolaron.

Aquellas palabras de perdón y de proclamación de la soberanía de Cristo Rey se pronunciaron en un momento supremo para la vida de aquellos hombres, y también para la historia de España y de Europa. En ellas el resumía el espíritu cristiano que se quería erradicar, y se evidenciaba la superioridad absoluta de ese espíritu sobre la ideología atea y comunista a la que se pretendía entregar nuestra nación y nuestro continente.

Ellos conocen ahora la nueva tragedia de España y el nuevo intento de producirle una herida mortal en su cuerpo y en su alma, con el fin de que España deje de ser el pueblo de la fidelidad a Cristo, al Evangelio y a sí misma. Saben que hoy el alcázar de España, como ayer el de Toledo, está siendo furiosamente asediado.

En aquella ocasión, la resistencia para que España no fuera borrada, fue básicamente la que opuso una parte de la sociedad, con sus soldados pero ante todo con la fuerza religiosa y moral de su pueblo, que se confundía con la firmeza patriótica. Es la España que venía resistiendo al empuje laicista y a la claudicación generalizada en Europa, y que se mantuvo firme ante el embate antirreligioso de la República.

Hoy esta sociedad está siendo removida en sus cimientos espirituales y morales debido a la legislación civil y al aluvión de ideas anticristianas que se viene vertiendo sobre ella, y ha sido casi neutralizada para una reacción sostenida contra la furia secularizadora. Aparentemente el cerco es asfixiante.

Por eso, al contrario de lo que entonces ocurrió, es dudoso que la resistencia venga ahora de los hombres, porque parecen muy pocos los decididos a defender ese alcázar. De ahí que, sin renunciar a los esfuerzos humanos, hemos de volver los ojos a Dios, en la confianza de que pronunciará sobre nosotros las palabras que  dirigió a la ciudad de Jerusalén en una circunstancia especialmente grave: "Yo escudaré a esta ciudad para salvarla, por mi honor y el de mi pueblo" (2Re 19, 54).

Pero nos quedan algunas cosas con las que no van a poder y con las que finalmente nosotros sí podremos vencer, bien entendido que con otras armas. Cosas que sí están a nuestro alcance, siempre que nuestra convicción sea inquebrantable. Nos queda nuestra resistencia interior, nuestra fidelidad personal, nuestra fe vivida y proclamada <no escondida>, nuestra oración para que el Señor preserve esa fidelidad en nosotros, en nuestros hijos y en nuestra sociedad. Nos queda la invocación del Nombre de Dios, ante el que se dobla toda rodilla en  el cielo, en la tierra y en los abismos.

Y nos quedan aquellos que aquí dieron testimonio de su fe y de su entrega por España. Los de Paracuellos y los de cada rincón de nuestro país. Su grito 'viva Cristo Rey', multiplicado al infinito, y que aquí resonó con esa fuerza que todavía nos estremece, no se ha extinguido, ni en la tierra ni en el cielo. Resonó aquí y allí, y ese grito -que era confesión de fe y amor- recorre los espacios y los tiempos, y permite que hoy las voces que estallaron con la invocación de Dios y de Cristo sigan vibrando en esta España, convertida ahora en tierra de silencio y prevaricación.

Aquel grito fue vitoreado por ellos en su propio nombre y en el de España, y todo lo que se identificaba y hoy todavía se identifica con ella, lo repite para prolongar la memoria del Nombre más pronunciado y amado por los españoles.

Entonces fue su perdón y su sacrificio por Cristo y por España los que ganaron para ella y para la cristiandad una victoria que permitió a ambas prolongar hasta nuestros días la vigencia de su herencia más preciosa: la civilización y el alma cristianas de Europa. Ese sacrificio, y el de todos los que se perecieron por la misma causa, perdura en su eficacia, y es para nosotros la hostia y el escudo que todavía hoy presentamos para la salvación de España.

Hoy tenemos que encomendar a los muertos lo que los vivos ya no saben, no pueden o no quieren resolver. Ellos ni ignoran ni son indiferentes ante nuestra situación, que es la que ellos lograron evitar entonces con su lucha y con su muerte.

Ellos viven nuestra historia con cercanía e intensidad totales, porque es la historia de los suyos -de vosotros-, de su patria, y también la historia de Dios, en la que se decide la suerte espiritual de los hombres, de su Evangelio, de su Reino de amor, de su propio Hijo, hecho Hombre como nosotros y muerto por nuestra salvación. Esto es lo que está en juego.

Que María, Madre de España, vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos, y sea siempre la protectora de nuestra fe y de nuestra nación”.


LA MEMORIA DE PARACUELLOS

Ofrecido por la cadena de televisión Telemadrid y presentado por José Antonio Ovies, el programa informativo de actualidad “Madrid 7 días” que se emite cada domingo a las 18:30 hr. ofreció el pasado día 19 de noviembre un resumen con lo más destacado de la semana, informativamente hablando. En aquella ocasión y con el titulo “La memoria de Paracuellos” se ofreció un reportaje del cementerio de Paracuellos de Jarama, donde entre noviembre y diciembre de 1936, varios miles de personas fueron fusiladas y enterradas en fosas comunes. Entre otros entrevistados, en el propio cementerio fue entrevistado don José Manuel Ezpeleta quien explicó lo que allí sucedió durante dicho periodo. Entre otras cosas, él mismo destacó que “Nunca se sabrá exactamente cuánta gente hay, aunque sí se sabe que hay más de 4.300 asesinados más otros 500 inhumados de otros lugares de Madrid, todos documentalmente probados”.


70 ANIVERSARIO DE LA MEMORIA HISTÓRICA

Fue a partir de agosto de 1936, cuando los medios de comunicación de los partidos y sindicatos políticos del Frente Popular, mostraron con toda claridad el propósito de exterminar a todos sus adversarios políticos. Por ejemplo, en el periódico ‘Octubre’ se podía leer: «A esta hora no debía quedar ni un solo preso, ni un solo detenido. No es hora de piedad. La sangre de nuestros compañeros tiene que cobrarse con creces», incluso el portavoz del 5º Regimiento del Partido Comunista, denominado ‘Milicia Popular’, manifestaba qué: «En Madrid hay más de mil fascistas presos, entre curas, aristócratas, militares, plutócratas y empleados. ¿Cuándo se les fusila?». Pocos días más tarde el mismo portavoz instaba a exterminar al enemigo con las siguientes palabras: «El enemigo fusila en masa. Mata, asesina, saquea e incendia... en esta situación, destruir un puñado de canallas es una obra humanitaria, sí, altamente humanitaria. No pedimos, pues, piedad, sino dureza.»

No hay que olvidar que incluso el escritor izquierdista Eduardo Zamacois, se expresaba en estos términos: «Madrid necesitaba purificarse y para los “emboscados” no había indulto. Pero estas podaciones no bastaban; el cáncer que roía la vida nacional empeoraba y el daño se aliviaría únicamente cuando el bisturí justiciero penetrase muy hondo. La cura por lo mismo revistió caracteres dramáticos. Llegada la noche la vigilancia se recrudecía y cualquier sombra, cualquier gesto, cobraban visos alarmadores. Tan pronto el alumbrado público extinguía sus luces, los milicianos que guardaban las esquinas no dejaban pasar a nadie sin dar el ¡Alto! Y ese grito y el relucir de los fusiles bajo el lívido claror estelar, expandían una emoción pavorosa en el absoluto silencio de la ciudad a obscuras.»           

Desde el alzamiento del 18 de julio, los asesinatos cometidos por grupos adeptos al Frente Popular estaban a la orden del día, pasando éstos desde septiembre a convertirse en matanzas totalmente organizadas, siendo en el mes de octubre cuando se contabilizaron dos pequeñas sacas. La primera con presos de la cárcel de Ventas, y la segunda a finales de ese mes de la cárcel Modelo o celular.

Al llegar el mes de noviembre de 1936, cuando las tropas nacionales que se hallaban en las cercanías de Madrid, miembros del Gobierno del Frente Popular decidieron entonces proceder al exterminio masivo de cualquier católico ó gente de profesiones tan dispares como por ejemplo: militares, falangistas, sacerdotes, religiosos y religiosas, estudiantes, empresarios, abogados, trabajadores, agricultores, etc. Ya a primeros de dicho mes, el diario ‘La Voz’ había lanzado el siguiente llamamiento: «Hay que fusilar en Madrid a más de cien mil fascistas camuflados, unos en la retaguardia, otros en las cárceles. Que ni un “quinta columna” quede vivo para impedir que nos ataquen por la espalda. Hay que darles el tiro de gracia antes de que nos lo den ellos a nosotros»

El día 4 de noviembre, después de haberse constituido un tribunal popular en la cárcel de Porlier, éste ofreció la libertad a los militares que en dicha prisión se encontraban, para que se unieran al Ejército Rojo. Entre un centenar de presos, de los cuales treinta y siete eran militares, fueron llevados en camiones a Chinchilla, siendo fusilados a la mañana siguiente junto al cementerio de Rivas-Vaciamadrid. En esta ocasión, fueron los comunistas los que controlaban la defensa de Madrid, los que solicitaron de la cárcel Modelo las listas de los militares encarcelados, y los que procedieron a la primera saca de San Antón, con el resultado de cuarenta militares asesinados.

Al comenzar el día 6 de noviembre de 1936, la histórica diputada socialista Margarita Nelken, -que ya se había convertido al comunismo-, tuvo una entrevista con el Director General de Seguridad, Manuel Muñoz, -antes de que éste abandonara Madrid-, instándole a que le diera la orden de entrega de los presos que debían ser fusilados. Aquel mismo día, Manuel Muñoz de Izquierda Republicana, hizo entrega a la diputada del PSOE de un escrito para el director de la cárcel Modelo, ordenándole poner en sus manos a los presos que deseara y en la cantidad que estimase pertinente. Mientras tanto, el entonces comunista Enrique Castro Delgado, -jefe del 5º Regimiento-, recibió a Carrillo por la tarde, el cual había pedido formalmente el ingreso en el PCE ante el inminente nombramiento como consejero de Orden Público de la futura Junta de Defensa de Madrid. Incluso ese mismo día, Mijaíl Koltsov agente de la Kominterm en España, mandó fusilar a todos los presos que había en las cárceles y prisiones de Madrid. Por si fuera poco, seguidamente y en la sede del PCE en Madrid, Enrique Castro llamó al comisario Carlos Contreras para decirle: «Comienza la masacre. Sin piedad. La quinta columna de que habló Mola debe ser destruida antes de que comience a moverse. ¡No te importe equivocarte! Hay veces en que uno se encuentra ante veinte gentes. Sabe que entre ellas está el traidor pero no sabe quién es. Entonces surge un problema de conciencia y un problema de partido. ¿Me entiendes?.»

Ante el pánico gubernamental por la caída de Madrid, el presidente del gobierno Largo Caballero y todos sus ministros decidieron huir a Valencia. Fue entonces cuando la defensa militar de la capital de España recayó sobre el general José Miaja por mandato del presidente del gobierno y con un gran respaldo de agentes y asesores soviéticos, siendo algunos de éstos los responsables directos de cientos de asesinatos bajo la Junta de Defensa de Madrid, cuya Consejería de Orden Público recayó sobre el joven socialista Santiago Carrillo y como suplente un antiguo chofer llamado José Cazorla. Ambos y junto con el también socialista Serrano Poncela y otros muchos policías, llevaron toda la responsabilidad de los asesinatos en masa llevados a cabo en Paracuellos y otros lugares de Madrid.

Santiago Carrillo Solares, ya muy vinculado por esa época al PCE había nacido en Gijón (Asturias) el 18 de enero de 1915. Recordemos que fue encarcelado el 7 de octubre de 1934, por su participación en la revolución de Asturias en Madrid. En la cárcel Modelo de Madrid enseguida estrechó lazos de amistad y cooperación con Largo Caballero, así como con Luis Arasquistáin y Julio Álvarez del Vayo y otros más que lo encauzaron hacia el estalinismo. Más tarde y con la llegada al poder del Frente Popular en 1936, fue puesto en libertad dedicándose a la actividad revolucionaria y política. Tras un mitin celebrado en la plaza de toros de las Ventas en Madrid el 4 de abril de 1936, logró fusionar las juventudes socialistas y comunistas, dando lugar a las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas) de tendencia comunista. Tras producirse el Alzamiento, Carrillo que se encontraba en París, tardó un mes en regresar a la España republicana. Aunque él siempre ha mencionado que estuvo en el frente, no hay ninguna fuente de la época que así lo verifique. Por el contrario, el diario ‘El Socialista’ desde sus páginas lo acusó de haber sido un cobarde, tanto en el verano de 1936 como durante la revolución de octubre del 34, hasta el punto de mencionar que “vaciar su tripa, atribulada por el riesgo de su detención, fuera del lugar reservado para tales necesidades, hecho ocurrido en el estudio de un artista.”  

El 7 de noviembre de 1936, empezó el exterminio indiscriminado de presos preventivos encargándose Carrillo según señala en sus propias ‘Memorias’, a «la lucha contra la quinta columna», llegando   a muy primeras horas de la mañana de este día a la cárcel Modelo autobuses de dos pisos. Antes de introducirlos y partir en dirección a Paracuellos, fueron despojados de cualquier equipaje y atados con las manos a la espalda de dos en dos con bramante. Más tarde, cuando llegaron al Arroyo de San José, debajo de los “Siete pinos”, fueron obligados a bajar y caminar hasta las fosas preparadas de antemano. Allí una vez situados al borde de las zanjas, un nutrido grupo de milicianos abrieron fuego sobre aquellos presos dando seguidamente el tiro de gracia a más de uno, siendo un abultado grupo de “enterradores” reclutados entre los “presuntos fascistas” de los pueblos cercanos, los que arrojaron los cadáveres a las zanjas para luego cubrirlos con tierra.

Aquellas grandes sacas se sucederían a velocidades vertiginosas. Las primeras tuvieron lugar el 7 de noviembre, las sucesivas del 8 al 4 de diciembre, y todas ellas bajo la responsabilidad de Carrillo, hasta que fue nombrado director de Prisiones el anarquista de la CNT, Melchor Rodríguez, también llamado el “Ángel rojo”, quien prohibió terminantemente aquellas expediciones expulsando de las cárceles a todos los milicianos de las Milicias de Vigilancia de Retaguardia. Habría que esperar hasta el día 24 de diciembre del mismo año, para que Santiago Carrillo, abandonara la Junta de Defensa y ser sustituido por José Cazorla, y hasta el 1 de marzo de 1937, fecha en que Melchor Rodríguez  fue sustituido de su cargo de delegado general de prisiones de Madrid.

Con el paso de los años y ya en plena democracia, el hoy homenajeado Santiago Carrillo fue entrevistado en 1983 por el hispanista Ian Gibson, el cual negó su participación en aquel genocidio diciendo: «Paracuellos para mí es un nombre, un nombre que ignoraba hasta... sinceramente no sabía que existía Paracuellos. Eso puede parecer absurdo pero, viviendo en Madrid, sabía que existía Vallecas, que existía Las Ventas, que existía Tetuán, que existía Chamartín, pero Paracuellos del Jarama... ni el nombre, ni el nombre...»

Todos estos criminales hechos, junto con los de la matanza de presos inocentes de los dos trenes procedentes de Jaén, en Vallecas, más los presos políticos que tuvo lugar en la cárcel Modelo en agosto de 1936, junto con los asesinados en el Túnel de Usera en 1937 y otros miles, perjudicaron gravemente el prestigio y la imagen de la República, tanto dentro como fuera en España, dejando en entredicho sus cacareados y pregonados principios de libertad, democracia y justicia. Hoy 70 años después, y a pesar del tiempo transcurrido, todos estos asesinatos se pretenden borrar con una mal llamada ley de la Memoria Histórica, sin tener en cuenta, que ni la historia ni la memoria se pueden legislar ni interpretar al margen de los hechos, permaneciendo tales episodios, en la memoria íntima de cada uno de nosotros con el recuerdo de cada uno de los que dieron su vida por Dios y por España.