DETENCIÓN  Y  MUERTE  DE  D.  RAMIRO DE MAEZTU

(Del Libro ‘Paracuellos de Jarama’. De D.Carlos Fernández. Edti. Argos Vergara 1983.Pág.221)

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Aunque no fue asesinado en las sacas de noviembre y diciembre en Paracuellos de Jarama sino el 29 de octubre en Aravaca, es obligado dedicar unas líneas a la figura del ilustre escritor y periodista Ramiro de Maeztu.

Había nacido en Vitoria el 4 de mayo de 1875, estudiando el bachillerato en dicha ciudad. Cuando tenia 15 años marcha a Paris t desde allí a Cuba, estableciéndose con su familia en La Habana. Tres años después regresará a España.

Comienza a colaborar en la prensa vizcaína y posteriormente en la madrileña. Es enviado a Londres como corresponsal de “La Correspondencia de España”. Viaja por Alemania, enviando crónicas también a “Nuevo Mundo” y “Heraldo de Madrid”. Recorre España durante la gran guerra. Luego es colaborador de “El Sol” de Madrid y “La Prensa” de Buenos Aires, así como de varios diarios extranjeros.

Sobre su evolución ideológica, dirá su amigo Juan Ignacio Luca de Tena: <....a los veinte años era anarquista; a los treinta, republicano y camarada de los señores que integraban la famosa Institución Libre de Enseñanza; colaboraba en España en la revista de los intelectuales izquierdistas y su firma, ya muy prestigiosa, veíase frecuentemente en “El Sol” en los tiempos de Ortega. Yo no recuerdo exactamente cuando empezó su evolución hacia la derecha; tal vez al principio de la Dictadura, en cuyos primeros meses publicaba en “El Sol” unos editoriales laudatorios para el nuevo régimen> (“Mis amigos muertos”, Ed. Planeta).

Como muestra de esta evolución ideológica, Maeztu ha dejado obras tan dispares como <Hacia otra España> y <Defensa de la Hispanidad>.

Dice en la primera:

“Parálisis.... así se explica la espantosa diferencia del país hacia los negocios públicos..., la abstención del cuerpo electoral....., el desprecio de los lectores de periódicos hacia el artículo político...., la sola lectura del telegrama y la gacetilla, como si roto el cordón umbilical entre la nación y el ciudadano, cuantos fenómenos afecten a aquélla no interesan a éste de otro modo que la ficticia trama de una comedia al pueblo de un teatro.

Parálisis intelectual reflejada en las librerías atestadas de volúmenes sin salida, en las cátedras regentadas por ignaros profesores interinos, en los periódicos vacíos de ideas y repletos de frases hechas, escritos por el hampa social que lanza al arroyo la lucha por la vida, en los teatros, donde sólo las estulticias del género chico atraen a un público incapaz de saborear la profundidad de un pensamiento... Parálisis bien simbolizada por esa Biblioteca Nacional en donde sólo encontré ayer a un murciano tomando notas de un libro de cocina...

España prefiere su carrito de paralítico, llevado atrás y adelante por el vaivén de los sucesos, ciegos al rudo trabajo de rehacer su voluntad y enderezarse”.

Dice en la segunda:

“Para los españoles no hay otro camino que el de la antigua Monarquía Católica, instituida para el servicio de Dios y del prójimo”.

En 1928, Maeztu fue nombrado embajador español en la Argentina. Meses después de proclamarse la República en España, funda, con otras personalidades intelectuales y políticas, el movimiento ‘Acción Española’. En 1932 se le concede el premio “Luca de Tena”, ofreciéndosele un homenaje en el hotel Ritz. Ingresa poco después en la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Con motivo del pronunciamiento de Sanjurjo en agosto de 1932, es detenido junto a Luca de Tena, Ansaldo, Lequerica, Joaquín Calvo Sotelo, pasando unos meses en la cárcel.

El 18 de julio de 1936 se muestra en Madrid y tras los primeros incidentes se refugia en casa de su amigo José Luis Vázquez Dodero. Y el día 30 se produce su detención. El propio Dodero la narra:

“...... al atardecer, vinieron como una docena larga de forajidos, preguntando por ‘un párroco llamado Negrete’. Yo estaba arriba. Al enterarme bajé, y mientras me encañonaban con fusiles, vi a don Ramiro, también encañonado, contestando altivamente a aquellos bárbaros. Creían ellos que era un cura disfrazado. Les enseñó el carnet de diplomático que tenía como ex embajador. Pero su nombre no les sonaba. A las increpaciones contestaba con increpaciones (....).

.... De pronto llegaron los policías, afectando un temperamento irritado; se indignaron al encontrar atributos y emblemas monárquicos. Les confirmaban en la justicia de detenernos, pero sólo detenernos. Luego, ya los tribunales dirán. Cuando se percataron de que nos habían arrebatado a sus manos, los milicianos dijeron:

-Llegáis a tiempo.

-Sí, llegamos a tiempo ---dijo un policía.

Serían las once de la noche cuando don Ramiro, la anciana tía Concha y yo montábamos en coches, entre milicianos y policías, camino de la comisaría de Buenavista.

El inspector, tan pronto como estuvo con nosotros, nos preguntó con vivo interés: --¿Qué tal va el Movimiento?--. Y llamó a la Dirección diciendo que habían encontrado a Maeztu de visita en la calle Velásquez y que no tenía más que un bastón. La contestación fue que lo pusieran en libertad. Se despidió don Ramiro de nosotros, y al poco volvió despavorido: al poner pie en la calle, los milicianos habían querido meterle en el coche, para asesinarle. Se dio cuente a tiempo y subió en un vuelo la escalera. Dijo al inspector:

--Quedo a su disposición, porque no tengo seguridades.

Así llegamos a los calabozos de Infantas a las dos de la madrugada”

(pág.512, tomo XVIII, ‘Historia de la Cruzada’, Arrarás).

Entre los periódicos que dan la noticia de su detención, destacaremos al socialista “Claridad”, que lo señala como ‘perteneciente a una generación de escritores traidores’ (31-7-36).

El 2 de agosto, Maeztu ingresa en la cárcel de Ventas. Primero estuvo en la enfermería y luego en la “sala de madres”. Allí se encontró con Vázquez Dodero, Pérez Sala, el padre Romaña, el ingeniero Ricardo Fernández Hontoria, el catedrático Santiago Magariños, el doctor Lemus. Todos presentían el trágico final. Arrarás dice sobre el escritor vasco:

“Maeztu rezaba el rosario con todos, departía interminablemente con los mejores y pronunciaba largas y encendidas parrafadas sobre la reedificación de la Hispanidad. Vivía como iluminado. Su alta y enjuta silueta parecía agigantarse por momentos. Su ánimo no decayó jamás, en medio de tantas flaquezas y de todas las contrariedades” (pág.513, ‘Cruzada’, tomo XVIII).

El 29 de octubre es la fecha fatídica. Con motivo de un “traslado” de cárcel ( a Chinchilla dijeron) se hace la saca de rigor. La casualidad hace que Maeztu coincida con otro Ramiro famoso: Ledesma Ramos (fundador de las JONS). Pero éste, de genio más vivo que el escritor vasco, se revuelve contra sus guardianes y al grito de “¡ A mí me matáis donde yo quiera, no donde vosotros queráis!”, consigue ser ejecutado en la misma prisión. Maeztu va con sus compañeros un poco más lejos, a Aravaca.

Atados de dos en dos, con alambre, a la altura de los codos, se les coloca ante el pelotón de ejecución. A Maeztu le quedaba tiempo para decir a sus verdugos la frase histórica  --- no es la primera ni va a ser la última ---- de un intelectual víctima de la prisión incontrolada de la guerra civil española:

“Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero”