GRIÑÓN

 

HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS

ASESINADOS POR 'SER FRAILES'

[VOLVER]

GRIÑÓN ES UN PUEBLECITO MADRILEÑO. A UNOS TREINTA KILÓMETROS DE LA CAPITAL. ESTAMOS EN EL DÍA 28 DE JULIO DE 1936. GRIÑÓN HA QUEDADO AISLADO POR LA HUELGA REVOLUCIONARIA QUE IMPIDE SALIR POR TREN O POR CARRETERA. DESDE EL DÍA 24, LOS MILICIANOS ONDEAN LA BANDERA ROJA EN LA TORRE DE LA IGLESIA DE LOS HERMANOS DE LAS ESCUELAS CRISTIANAS. GRIÑÓN VA A VIVIR UNA MATANZA TERRIBLE EN LAS PERSONAS DE DIEZ DE ESTOS HERMANOS.

El día 28 por la mañana, un nutrido grupo de milicianos -se habla cerca de 300- se presentó en Griñón; seguramente algunos provenían de Toledo, donde el Alcázar seguía dando pruebas de su valor y entereza. Sobre 70 vehículos hay carteles con la siguiente leyenda "Los sin Dios", firmados por las siglas de la CNT, FAI y UGT. Nada más llegar los milicianos se dirigen a la alcaldía y preguntan al alcalde dónde se hallan los "frailes". Cuando éste les contesta que la mayoría se ha marchado a Madrid, a punto estuvieron de matarle. Efectivamente, el día anterior, 59 hermanos han salido hacia la capital, convencidos de que iban a ser asesinados. Sin embargo, no fue así: sufrieron largos meses de prisión, pero no la muerte. Por en contra, quienes permanecieron en el noviciado, pensando en su posible salvación, van a ser salvajemente asesinados. Han quedado en el colegio tres profesores, los hermanos Orencio Luis, Aquilino Javier y Mariano Pablo. A su cuidado están 87 alumnos y siete hermanos ancianos o enfermos.

EL ASALTO AL COLEGIO Y EL MARTIRIO

Estaban terminando de comer cuando allí se hallaban, cuando oyeron fuertes golpes en la puerta. Los milicianos entraron como tromba incontenible. El hermano Orencio Luis fue obligado a enseñarles todas las dependencias de la casa por si había armas... Entre tanto, los niños habían salido. Unos de los milicianos quiere obligar al hermano Aquilino Javier a destruir un crucifijo; ante su negativa, él mismo lo descuelga y arroja con furia al suelo, donde lo rompe a culatazos. La turba iba apoderándose de todo lo que pudiera tener algún valor. En la Iglesia, su afán iconoclasta les lleva a la destrucción del Vía Crucis, las estatuas de los altares y las pilas de agua bendita. José Gorostazu, que prestaba servicios en el fregadero, fue el primero en morir al afearles su conducta. Eso bastó para que, cayendo sobre él con patadas y culatazos, le dispararan y dejaran agonizante en el atrio de la capilla, sin que la víctima cesara de gritar ¡Viva Cristo Rey!

Los milicianos dudaban del carácter religioso de los hermanos al verlos en traje civil y decirles los chicos que eran sus maestros, sin más especificaciones. Algunos de entre ellos volvieron al pueblo para cerciorarse; los otros obligaron al hermano Arturo Gregorio, cocinero de la casa, a servirles una suculenta comida. Cuando se convencieron de su condición religiosa, les cachearon. Él botín fueron crucifijos, escapularios y medallas... Luego, brazos en alto, les condujeron a la puerta de la capilla. --Volveos, que vais a morir, les dijeron --Nosotros no morimos de espaldas, sino de frente, "Viva Cristo Rey" La descarga de los fusiles se cobró la vida de ocho hermanos. Los dos restantes, por consejo del superior, se habían refugiado para cuidar de los niños. El hermano Arturo fue degollado en las duchas y posteriormente apuñalado. "Algunos días más tarde -dijo un novicio menor-vimos todavía rastros de sangre y trocitos de carne en el salón de duchas". Por su parte, el hermano Orencio Luis se había refugiado en la carbonera de la calefacción. Al sentir venir a los milicianos salió de su escondite y les dijo: 'Me buscáis para matarme; aquí me tenéis; tirad'. Allí mismo dejaron su cuerpo exánime.

¡YA SOIS LIBRES!

Con sus fusiles aún humeantes, algunos de los milicianos entraron en el patio y comentaron, con infame regodeo, a los novicios: "¡Ya sois libres; hemos despachado a los que os tiranizaban!" Otros dijeron: "Nada adelantamos con matar a los frailes si dejamos la semilla", en clara alusión a su deseo de acabar con la vida de los muchachos. Pero no prevaleció su intento. Los milicianos, al ver que no quedaban más curas ni frailes que matar, se fueron unos hacia Cubas, los otros hacia Fuenlabrada. Entre tanto, los novicios sólo deseaban dar sepultura a los hermanos. El testimonio de uno de ellos es elocuente: "Cuando llegamos al patio del escolasticado, el cuadro que ante nuestra vista se presentaba no podía ser más horroroso. Estaban derribados por el suelo nuestros hermanos, martirizados de la manera más cruel. Unos con los brazos en cruz, echando sangre por el costado y con la sonrisa en los labios; otros con la mandíbula arrancada del resto de la cara; éstos mirando al cielo, aquellos con la faz pegada al suelo". La sepultura tardó dos días en llegar, pues el alcalde y los milicianos impidieron a los novicios enterrar a los mártires porque 'podrían causaros demasiada impresión'.

En Fuenlabrada, un miliciano que había participado en el asesinato se jactaba diciendo: Hemos matado a los frailes de Griñón, pero han sido más valientes que jabatos, pues les mandamos dar un viva a Rusia y nos han contestado: "¡Viva Cristo Rey! Eso sólo bastaba para que los hubiésemos matado". Estos son los nombres de los mártires de Griñón: hermano Orencio Luis, director; hermano Aquilino Javier, subdirector; hermano Crisóstomo Albino; hermano Javier Eliseo; hermano Ángel Gregorio; hermano Mario Félix; hermano Arturo, hermano Sixto Andrés; hermano Benjamín León; hermano Mariano Pablo; y José Gorostazu, servidor de la casa. 

IGLESIA MUNDO